viernes, 24 de febrero de 2023

EL MITO DEL PAGO POR EXPOSICIÓN EN EL ARTE: SAN MARTÍN


Esta semana trascendió una convocatoria en la que el restaurante San Martín abre espacio para muralistas en su fachada del local del Centro Histórico, pero no paga con dinero, si no con "exposición" para que el artista se de a conocer.

Que San Martín no pague por murales en sus tiendas cuando es una empresa pujante y solvente, explica el ethos de la sociedad hacia el artista: servidumbre. El artista es visto como paria de la sociedad del esfuerzo, en la que el trabajo dignifica y el esfuerzo se premia.

Eso no implica que el artista no se esfuerce (que lo hace), no sea digno (que lo es) y que no merezca ser premiado (que lo merece). A San Martín no le falta plata, es una empresa exitosa que genera empleo y crece. 

Por lo tanto, ¿por qué no quiere pagar por un trabajo que requiere esfuerzo intelectual, compra de materiales y trabajo físico? Es porque así se han hecho las cosas en Guatemala siempre: el arte es para huevones que no merecen ni agradecen.

El artista, porque pasa "pintando", "escribiendo", "pensando", "tocando una guitarra", no se "esfuerza" más que el que carga bultos o mueve capitales. El trabajo "digno" sólo es concebido cuando tiene un retorno económico sustancial. Todo lo demás no importa. 

Hay un desprecio generalizado a la intelectualidad en Guatemala que abarca a todos los niveles, pensar no es trabajo, crear belleza o retar los sentidos, no es trabajo. Gracias debería de dar el artista que lo dejan vivir de migajas. Malagradecidos.

Sin el arte no podríamos explicarnos el mundo y son precisamente los artistas los que documentan el zeitgeist y dejan memoria de la historia. Los historiadores cuentan el qué, cuándo y cómo, en dato frío y parcializado para quien lo cuenta.

Mientras que los artistas transmiten lo que la sociedad sentía en ese instante. Son tan importantes y necesarios como complementarios del resto de funciones sociales de la supra estructura del mundo. Sin el arte no hay sociedad.

Contradictoriamente, en el comunicado de convocatoria de San Martín, piden que el mural solicitado sea sobre "La libertad". En un mundo capitalista - mercantilista, sin dinero no se puede hacer nada. "La libertad" debe ser comprada.

Por lo tanto, no pagar con dinero, riñe con el mensaje de marras: se restringe la libertad del artista de la autodeterminación de su propia acción. En este sistema, la falta de dinero es dominación total y feroz.

Nuevamente, no es culpa de San Martín, ellos responden a una forma de ser de una sociedad en la que estamos todos incluidos, manejados sí, por un sistema autoritario urobórico, donde la serpiente se come su propia cola replicando ad eternum los procesos restrictivos a sus integrantes.

San Martín tiene la capacidad de revertir ese mensaje: pagar dignamente por un trabajo. Ganan ellos, ganan los artistas, ganamos todos con un trabajo de calidad y que dará cuenta del aporte al inconsciente colectivo de los guatemaltecos.

No pagarlo es mezquindad, aprovechamiento, mala sangre y cultura del más vivo: gano siempre a costa de todos y eso me hace más inteligente que el resto porque me ahorré una plata. "¿Ah, vos pagaste? Mula sos. Yo no".

El pago por exposición es un mito con consecuencias revolventes: si una empresa de renombre como San Martín no paga por el arte, ¿por qué debe de pagarlo alguien más? La idea está sembrada y latente.

jueves, 2 de febrero de 2023

ELEGÍA DE LA CASA ABANDONADA

 

Cada vez que alguien se cambia de casa 
Acontece un crímen para las cosas
Un misterio para los que no hablan 
Y sólo conocen el lenguaje del silencio y la permanencia 
Un día entra el sol por la ventana y encuentra la estancia 
Vacía de voces y rumores
Del sonido acompasado del reloj
Del ronroneo del motor del refrigerador
Ya no se escucha la caricia de la escoba 
Ni errabundos zapatos que siguen sus huellas
La fuente de pájaros se secará 
Las paredes llorarán moho y la lagartija incierta 
Extrañará ese cuadro largo donde soñaba cabalgar el mar
Allí está parada en ese desierto vertical
Sin entender nada 
Nada de lianas eléctricas 
El viento acaricia las cortinas abandonadas
Consolándolas porque no hay manos que lo hagan
Era molesto, sí
Pero se extraña ese tacto automático 
El descorrer de las argollas 
Un colibrí brinca y se ve reflejado en una ventana 
Y ve la casa como se ve una calavera de gigante a través de un ojo 
Y la luz saliendo del otro extremo
Por el agujero de la bala de la ausencia 
Ese jardín que ahora es camposanto de risas y agua 
Las hormigas caminan sin nadie que las mate ni qué comer
Los escarabajos se asombran de vivir tanto 
Ya no hay gato que los devore
Ni teclas armonizando la tarde 
Ni un hombre que ve todo acontecer 
De un hombre triste que se entristece por todo 
Sentado en una esquina sobando lomos de libros 
Arropado por el sol viendo nubes y aves
Que piensa en esa grieta de la pared que va creciendo 
La que nunca arreglará porque es su vida 
Abriéndose con cada toque de timbre 
Con la rutina construida y ahora quebrada para siempre 
Todo empieza de nuevo cada vez para las personas
Sísifos 
Menos para la casa abandonada que es un ser que no entiende 
De mareas ni olas perdidas 
Por las noches allá en la montaña de otro país 
Mientras alimañas nocturnas aparecen
El hombre saldrá a su balcón y verá un cielo gris 
Que termina en una casa en una ciudad que añora
Contendrá el aire y escuchará finamente 
Soltará un aullido que se volverá cometa
La casa moverá la cola
Y dará tres vueltas
Mientras lo sueña

miércoles, 18 de enero de 2023

REFLEXIONES SOBRE EL FUTBOL Y ARGENTINA CAMPEÓN

 

Tres sucesos se desarrollan mientras escribo esto: 1. Argentina campeón del mundo. 2. Pelé se muere y 3. Escribo cada vez más lento. Y todo tiene que ver con todo.

 

Empiezo por la última, escribir despacio me ha mostrado que ya no puedo ser periodista, perdí mi velocidad y ha de ser cosas de la edad. Este texto lo empecé antes del mundial, lo continué durante el torneo y lo estoy terminando hoy, un mes después que Messi alzara la copa. 

 

Hace 20 años yo podía escribir tres obituarios antes del primer café de la mañana. Ahora las palabras son viscosas, la miel de la observancia. Armo un artículo en dos meses, vaya fracaso para los estándares modernos de la hiper información. Vaya decepción para el mundo moderno.

 

Esto es un ejercicio de paciencia, lectura y reflexión, ya que mucho se ha escrito sobre el fútbol en estas semanas. Mejores plumas que la mía, más talento y más conocimiento de un deporte del cual sólo soy un fan más.

 

Esperaba con ansias la emoción de Hernán Casciari y no defraudó, me leí la correspondencia abierta de Juan Villoro y Martín Caparrós. Lagrimeé con las columnas de Leila Guerreiro. Ya casi estaba todo dicho sobre el futbol pero me hacía falta el desahogo de mi versión propia. Yo también tenía algo que decir y contar sobre lo que este deporte mueve en mi ser.


Era 1986 y el Diego hizo campeón a Argentina. Vi el partido en Xela y yo tenía una década de estar en esta tierra, era un niño especialmente tímido y no me gustaba, hasta ese día, el futbol.

 

No me gustaba nada, sólo los libros y vivir a través de la pluma de la literatura norteamericana, francesa y rusa. Me lanzaba a empresas grandes como leer la Guerra y la paz de Tolstoi, pero nada de los textos de aritmética y religión del cuarto primaria del colegio. Era tan aburrido y tenía que hacer la primera comunión.

 

Maradona, un guerrero, le haría la vida imposible al gran monstruo de la FIFA algunos años más adelante. Le cortaron las piernas, dirían las cronistas de aquellos años, pero el Diego ya las traía cortadas desde dentro.

 

Un tipo así, endemoniado, no podía ser apaciguado con nada ni por nadie, ni por él mismo. Su sino era el de Leónidas: morir en batalla como lo hizo. Yo lo ví, eso sí, levantar la copa del mundo y coronarse el último domingo de junio del 86.

 

Recuerdo esto porque un domingo de diciembre de 2022, Argentina repitió la hazaña de la mano de un fenómeno llamado Messi. Así será conocido siempre, por su apellido, dañando eso sí, al resto de los Messi del planeta: ya no existirán por sí solos, únicamente a través del futbolista que se apropió del apellido de sus generaciones anteriores y posteriores.

 

Por ejemplo, dentro de algunos años, cuando exista un - digamos - Carlos Messi, le preguntarán: "¿Sos nieto de Messi?" y el genio futbolista ocupará ese espacio, ese cuerpo y Carlos deberá ocultar que es ingeniero en alimentos, poeta o asesino.

 

Poco se sabrá de sus sueños o planes si no gravitan en torno de la figura del chico tímido que se fue llenando de tatuajes para no hablar. Total, es un futbolista no un filósofo que derrocha sabios aforismos.

 

"¿Qué mirá bobo? Andá pallá", dista mucho del Cogito ergo sum. Un cínico pop dueño de los trending topics.

 

Vaya peso el de los héroes, hacen una gesta, son amados y sacrifican a sus descendientes en un acto de egoísmo no planeado. 

 

Así que Lionel Messi es campeón mundial y no hay cosa más grande. Este texto lo empecé desde la ilusión, la fe y las ganas que sucediera. Es el colofón para una carrera deportiva excelsa, apasionante y constante que hace superar en números a la del Diego.

 

Sí ya sé. Aparecerán los detractores y de una vez les digo que sus comentarios son chicos, son polvo, inocuos y hepáticos. No se gasten, bobos.

 

Aquel domingo allá en Xela todos íbamos por Argentina, menos mi padre que iba por Alemania. Rebelde como él sólo, tenía un sueño que se vio truncado por un acto terrorista guerrillero: las FAR asesinaron al embajador alemán Von Spreti y eso hizo que Alemania rompiera relaciones con Guatemala.



Mi padre se había ganado una beca para ir a estudiar a la República Federal de Alemania y por eso se quedó en el país de la Eterna Primavera. Fue su sueño frustrado y desde entonces le va a los alemanes como en el 86, donde le recriminaba la familia el poco latinoamericanismo al irle a un europeo.

Sin ese asesinato yo no habría nacido porque si algo tiene mi viejo, es que es un tenaz trabajador y se habría quedado para siempre en las germanias y ahora tendría otros hijos – alemanes – y no nosotros – chapines –.

 

El asesinato de un diplomático me trajo al mundo. Vaya karma. 

 

Sólo puedo imaginar lo que mi padre imagina de su vida ya imposible. De las veces que nos peleamos y él soñaba entonces, no tener esos problemas si no pensar en su vida en Berlín, donde habría escalado en la Siemens como ingeniero mecánico y viviría una buena vida en el distrito de Neukölln. Sus problemas se reducirían a reflexionar sobre la cantidad de hispters que han ido tomando el barrio en el 2022. La gentrificación sería su gran problema y no las extorsiones.

 

Yo lo pienso por mi padre, yo lo imagino por él, yo lo vi emocionado repitiendo los nombres de los jugadores alemanes en 1990 y 2014 y se sentía orgulloso de una selección de un país que nunca conoció. La posibilidad es un dolor que nunca se va.

 

Cada mundial mi padre fue comprando televisores cada vez más grandes, él fue futbolista, mediocampo de contención y tenía unos zapatos de tacos de metal que sonaban hermoso cuando caminaba en cualquier lugar que no fuera el pasto.

 

Si no era Alemania era Brasil. Su ídolo fue Pelé. Mi ídolo, lo digo, es él, mi padre. Ya está viejo, pero sigue robusto, sin embargo, la edad se le viene encima a pesar que yo tengo más canas que él. Recuerdo que hacía esos centros largos por lo alto para que los delanteros cabecearan y reventaran la red contraria.

 

Yo estaba en las gradas comiendo un hotdog con refresco de uva y me felicitaba la porra como si yo fuera el jugador, el hijo de Abel. Me felicitaban pensando que yo también sería futbolista, pero fui poeta y basquetbolista.

 

“Se murió Pele´”, me dijo hace algunos días con el rostro en rictus y fallando en ocultar la preocupación de algo tan natural como la trascendencia a otra dimensión de un héroe de infancia. Es acaso, su último héroe. No entiende a Messi, no quiere a Messi porque mi padre es del Real Madrid y el daño que el enano le hizo a ese club sigue y seguirá vigente en la memoria colectiva de los merengues.

 

Mi hijo lloró con el triunfo de Argentina este año. “Ganamos”, me dijo entre lágrimas y nos abrazamos largo y fuerte. En ese momento, en el que Gonzalo Montiel anotó el último gol para coronar a Argentina, se creó el mito para él. Su mito.

 

“Ganamos”, vaya verbo, vaya premisa. Lo siento propio, sí, sin embargo, es tan lógicamente falso que sólo puede existir en la patria de la poesía. Ganaron los argentinos, en todo caso. Ganaron los jugadores, siendo reduccionista. Ganó el futbol, siendo objetivo.

 

Y allí nos encontramos las tres generaciones. Sueños, anhelos, derrotas, ansiedades, futuros y pasados en un evento global deportivo. Lo social construye lo cultural y lo cultural construye al individuo.

 

Hace un mes de esto, como les digo, escribo lento. Ya no hay velocidad, pero las ganas están. Mi hijo tampoco fue futbolista a pesar que lo intentó muchísimo, lo llevaba a práctica los domingos en el mismo campo que su abuelo se lució en la liga interbancaria.

 

Mi hijo optó por el box y estudia algo que poco tiene que ver con la ingeniería y la literatura. Bien por él, hace su camino ese niñote de 21 años. Caminamos juntos, pero en caminos distintos. Mi padre es la playa, yo un faro que alumbra en un morse lento y mi hijo un barco que se aleja. Elementos del mismo cuadro.

 

Cristiano Ronaldo es el otro protagonista de este mundial, es la vara con que se mide la grandeza de Messi. Si un atleta de ese porte, descomunal, obcecado, no ha logrado mantener el ritmo del argentino, ¿en qué nivel está Messi?

 

CR es el antagonista perfecto, arrogante, guapo, exitoso, millonario, famoso, hijo del hiper marketing y de la historia hollywoodense de superación. Messi obtuvo todos esos premios y más por un talento excelso y único, antítesis del luso: callado, tímido, simple.

 

Vaya duelo que nos deja el capitalismo tardío.

 

Cristiano Ronaldo es más parecido a Maradona que Messi en su forma de ser. Pero el Diego no apareció ni reencarnó en Lionel Andrés este mundial si no en otra posición: la de portero. El jugador más maradoniano de este mundial fue Damián Emiliano Martínez. El Dibu.

 


Chancero, irreverente, busca pleitos, primario, así es el Dibu. Ponerse el Guante de Oro en los genitales frente al mundo da cuenta de ello y sin esa forma de ser, no podría haber parado los penales, no podría haber estirado la pierna izquierda cuando achicaba el remate de Kuolo Muani. Allí se ganó el Mundial de Qatar.

Messi por su parte empezó a ganar el Mundial desde la derrota, desde la final contra Alemania y su mirada fija, pálida, a la Copa del Mundo diseñada por el italiano Silvio Gazzaniga, oro de 18 kilates y 14 libras de peso. Casciari dijo que Messi era un perro y esta vez cambió la pelota por la Copa y allí anda, con el trofeo en la trompa y feliz. Y todos somos felices como vemos a un perro ser feliz con sus breves tesoros.

 

Estuve en la Argentina en 2022 y es un país apasionante, mágico, de una arquitectura soberbia que da cuenta de su historia y su bagaje cultural en todas las personas con las que uno se cruza. Son literatos natos, todos tienen algo que contar y lo hacen con su típico lunfardo que no es necesario entenderlo del todo, si no escuchar su musicalidad castellana. Es un país rico en cultura, recursos y tercermundismo, hermanos latinoamericanos, sin duda.

 

El país se derrumba y no. Es el País de Schrödinger, miembro del continente de Schrödinger. Latinoamérica, de ser un arte, es la pintura: tiene movimiento y estaticidad contenidos en el mismo espacio, es observar una tragedia que nunca cesa. Para eso el futbol y la religión que es lo mismo.

 

Juega la selección de tu país y le vas a ella. Pierde. Juega la selección de la región y la vas a ella por solidaridad geográfica. Pierde. Le vas al único país del continente que queda en pie por solidaridad de derrota. Gana y ganamos todos. Así funciona el futbol.

 

He tenido la buena y mala suerte de hinchar por equipos perdedores que a veces triunfan, o peor aún, que están a punto de campeonar y sucede la vida: entra la derrota a jugar con tu equipo, de cambio tardío al minuto 94 del tiempo extra y el resto es historia.

 

Pero cuando se gana se llora porque allí van las lágrimas de tantos años, de frustraciones del trabajo, de recuerdos familiares, de empresas fallidas, de hijos perdidos, de padres muertos, de sueños olvidados, de amores rotos, de héroes apagados, países golpeados por sí mismos hasta la sangre, de ver a otros lograr lo que uno no puede.

 

Así que sí es cierto lo que dice mi hijo: ganamos. Al fin. Pelé está muerto, Messi más vivo que nunca y yo batallando con la velocidad con que ahora escribo. Algo es algo, cada quien juega su partido.


Canten conmigo: olé, olé, olá, cada día te quiero más…






viernes, 5 de agosto de 2022

ESA AGUA NARANJA

Foto: newyorkfood


Llamo a mi madre para saludarla y me comenta que está en el campo
Pero le he llamado al teléfono de la casa, pienso
Y decido ir a verla para comprobar que no se ha teletransportado
Ella tiene la casa desordenada y por casa me refiero a su mente
Los muebles están por doquier y miles de fotografìas flotan
Son la parvada lenta de la desmemoria
Vivo enfrente de la casa de mi madre y llego en minutos
Ella ve televisión y está frenética, parada frente a la gran pantalla
Mira un documental de un lugar que ella visitó de niña primero
Y luego, cuando nosotros éramos niños y vivíamos todos juntos sin saber
La tragedia de los años que vendrían
Mire esa agua me dice, es naranja y yo veo un río aqua
Y pienso en Eluard cuando dijo que la tierra es azul como una naranja
No la entiendo, mami, le digo, esa agua es celeste
No, responde
Es refrescante como el agua de una naranja madura del parque,
De esas naranjas de mayo, suaves y jugosas con pepitoria y sal
Mire bien, mijo, me dice
Y la mente se me rompe y la lógica dobla la rodilla
Venga, mami, la tomo de la mano y lentamente nos sumergimos
En esa agua naranja
Su rostro pletórico es el de una sirena de agua dulce
En la catarata, Eluard le lava el rostro
Gracias papa, dice mi madre
De rien ma fille, contesta el poeta